¿Por qué la cebolla nos hace llorar?
20, marzo, 2020 / Mirada particular / Sin comentarios
Nos pasa a todos. Es empezar a cortar una cebolla y ponerse a llorar. ¿Por qué ocurre? Es una cuestión de química. Al cortar una cebolla, cortamos las partículas que la componen y liberamos un coctel de gases. Cuando las encimas y los aminoácidos sulfóxidos alcanzan los ojos, nuestro sistema sensorial envía una señal de amenaza al cerebro y se activan las glándulas lagrimales para eliminarlo.
La cebolla produce gases
La cebolla es un vegetal que pertenece al género Allium, una categoría que destaca por su intenso aroma y sabor, como los ajos, las cebolletas y los puerros. Durante su desarrollo, estas variedades absorben de la tierra una serie de nutrientes, entre los que destaca el azufre -un elemento químico que se caracteriza por su intenso olor-, y que transforman en aminoácidos sulfóxidos.
Cuando cortamos una cebolla partimos las partículas de las que se compone. Y en este proceso de ruptura, se liberan compuestos químicos -las encimas y los aminoácidos sulfóxidos- en forma de gas que al alcanzar a los ojos provocan su reacción.
Los nervios sensoriales, presentes en los globos oculares, al detectar la presencia de ácidos envían una señal de amenaza al cerebro. Y éste manda un aviso a las glándulas lagrimales para que se accionen e intenten eliminar el ácido y proteger a los ojos.
¿Cómo podemos evitar llorar?
La solución está en atacar el ácido que liberan las partículas de las cebollas. Para ello, hay varias soluciones. Una es la de cortar la cebolla bajo agua fría para que se liberen los compuestos volátiles sulfurados al reaccionar con el agua y no lleguen a alcanzar a los ojos. Otra opción es la de congelar la cebolla para minimizar la liberación de los compuestos o al menos evitar que adopten su forma gaseosa.
Otras alternativas son las de usar gafas protectoras -tipo las de buceo- para evitar el contacto directo entre los ácidos y los ojos o saber cortar rápidamente la cebolla para que las emisiones sean lo más cortas posibles y nos afecten lo menos posible.
Así pues, no hay una fórmula sencilla ni definitiva de evitarlo. Por el amor a la cebolla, a veces no nos queda otra que llorar.