Nieve y salud ocular
13, enero, 2020 / Salud Ocular / Sin comentarios
El invierno invita a salir a disfrutar de la montaña y de la nieve. Y así como nos protegemos del frío con el equipamiento adecuado, debemos tener en cuenta que en la montaña hay menos contaminación y partículas en suspensión en la atmósfera y los efectos de la radiación ultravioleta son mucho mayores que en las ciudades. Si, en el día a día, resulta fundamental utilizar la protección ocular adecuada, en la nieve cobra una importancia mucho mayor, pues los riesgos para nuestra salud visual también se multiplican.
Atención con la radiación ultravioleta
Proteger nuestros ojos de los rayos ultravioleta es más importante en invierno en la montaña que en verano en la playa. La nieve fresca refleja cerca del 80 por ciento de la luz solar y la proporción de rayos ultravioleta aumenta un 10 por ciento cada mil metros de altitud.
También hay que tener presente que, a gran altitud, la atmósfera es más delgada y filtra menos la radiación y que además la reverberación de la luz en la nieve provoca un efecto multiplicador de la radiación. El reflejo del sol es más brillante e intenso y, en alta montaña, las partículas en suspensión -como los microcristales de hielo- pueden proyectarse sobre la córnea y provocar lagrimeo y sequedad.
Elige las gafas correctas
Para elegir las gafas más adecuadas para ir a la nieve os recomendamos que el filtro solar de las lentes sea de categoría 3 o 4, ya que lo ideal es que absorban al menos el 95 por ciento de la radiación ultravioleta.
Se debe prestar atención a la visión periférica y evitar la distorsión lateral. Lo ideal es poder abarcar con la mirada un espectro de 180 grados para, por ejemplo, evitar a los esquiadores que se acerquen a gran velocidad. También hay que comprobar que se ajusten correctamente ya que las gafas para los deportes de invierno suelen sujetarse con una cinta regulable, con la finalidad de que se mantengan en su lugar.
La mayoría de los modelos especiales para la nieve cuentan con lentes de policarbonato, un material muy resistente a cualquier tipo de impacto. Además, cuanto más flexible sean la montura y la lente, menos probabilidades habrá de que se rompan con el frío, se deformen o se descoloquen.
En cuanto al color de las lentes, las amarillas, ámbar y doradas son adecuadas para los días oscuros o con niebla, ya que filtran la luz azul, realzando el contraste y enfatizando las sombras en la nieve, de tal modo que ayudan a ver mejor los desniveles del terreno. Las rosas mejoran el contraste, por lo que también son excelentes en días grises.
Las lentes de colores oscuros, especialmente los verdes y marrones, funcionan mejor en entornos con mucha luz, aportando comodidad de visión. Las polarizadas reducen el deslumbramiento de la luz solar, lo que resulta muy útil en las pendientes en los días de cielo despejado, aunque no tanto en las últimas horas del día, cuando se proyectan sombras más alargadas.
Las lentes de espejo mejoran la eficacia de las coloreadas al reflejar la luz de sol, haciendo que no penetren en la lente y las lentes sin ningún tinte de color son las más adecuadas para esquiar por la noche. Además, las gafas para los deportes de invierto suelen contar con tecnología anti-empañamiento, que garantiza la claridad de la visión en las condiciones más adversas.
¿Qué es la oftalmia?
La oftalmia «de la nieve» es una inflamación de la conjuntiva y la córnea, provocada por una exposición excesiva a la radiación ultravioleta, que afecta aproximadamente al 20 por ciento de las personas que practican actividades en la nieve.
Entre sus síntomas destacamos el lagrimeo, la fotofobia, la sensación de cuerpo extraño, los ojos rojos y la disminución de la agudeza visual. Estas reacciones aparecen entre cuatro y seis horas después de haber estado expuestos al sol. Por esta razón, los que la padecen suelen estar ya en su casa cuando comienzan a sentir las molestias.
*Fuente: Colegio Nacional de Ópticos-Optometristas